Nuestra filosofía y nuestra forma de entrenar perros o modificar hábitos no deseados se basa en la recompensa positiva y no en el castigo o la aplicación de jalones, el uso de collares estranguladoras y la amenaza de castigo.
No sólo porque consideramos que el castigo físico en animales es innecesario y éticamente incorrecto, pues lleva asociado dolor, sino también porque está comprobado que acarrea efectos negativos y puede provocar reacciones indeseables.
El castigo produce habituación. Si se utiliza el castigo, será necesario incrementar la potencia para conseguir el mismo efecto, entrando en una espiral peligrosa y sin fin. Además de causar problemas emocionales, ansiedad y estrés, castigando creamos perros inestables, nerviosos e impredecibles; de esta manera se fomenta una agresividad que tal vez era inexistente.
El castigo puede producir resultados inmediatos pero definitivamente no produce resultados positivos y fiables a largo plazo. Cuando castigamos, prestamos atención al perro. La “atención” pasa a convertirse en un reforzador y al castigar fomentamos la conducta que queremos eliminar. O sea trabajamos en forma contraproductiva.
El castigo no es necesario, cualquier situación se puede solucionar con refuerzos. Con el castigo tu perro no aprende la conducta correcta, no elige la conducta adecuada, no aprende lo que es correcto y lo que no debería hacer.