Me da mucha pena cada vez que leo artículos donde se recomienda la castración como remedio garantizado para erradicar ciertos tipos de comportamiento no deseado.
No sé si es por falta de conocimientos o por ánimo de lucro. Igualmente me da pena cuando dueños de perros me llaman para solucionar problemas de comportamiento que no se eliminaron mediante una castración. Lamentablemente, pocos saben que muchos problemas incluso se pueden agravar.
La castración de un perro es definitivamente una amputación y no reemplaza la educación. La castración es el procedimiento quirúrgico más común de las veterinarias. Desafortunadamente, la mayor parte de las castraciones no se realizan debido a causas médicas, sino principalmente con el objetivo de eliminar un comportamiento no deseado.
Pero el objetivo deseado rara vez se consigue, como lo demuestran los nuevos conocimientos de la biología del comportamiento. Quien crea que simplemente se puede retirar quirúrgicamente, mediante una castración, los problemas de comportamiento, está totalmente equivocado.
La razón de esto es que muchos de los comportamientos atribuidos a la reproducción y la pubertad del perro tienen en realidad un motivo biológico muy diferente. Esto se aplica a los comportamientos indeseables como por ejemplo la defensa territorial, el ladrar o los celos. El comportamiento de montar o de apareamiento, que muchas veces no es de naturaleza sexual sino de reducción de estrés, no se elimina mediante la castración.
Una de las razones más frecuentes para realizar una castración es el comportamiento agresivo. Sin embargo, hay diferentes tipos de agresión. Si el comportamiento agresivo se debe a miedo, con frecuencia la castración agrava el problema debido a la falta de hormonas sexuales que normalmente desencadenarían un efecto secundario positivo en el cerebro y reducen la ansiedad.
Para entender las consecuencias a largo plazo de la castración en el comportamiento, es importante tener información básica sobre las hormonas más importantes y sus efectos.
Las hormonas son mensajeros químicos que se envían a través del torrente sanguíneo y llegan a todas las partes del cuerpo, pero sólo inducen una respuesta en grupos restringidos de células que presentan receptores específicos (células blanco). Sin embargo, en otros lugares pueden causar efectos secundarios no deseados.
Por ejemplo, una reacción de estrés tiene un sentido biológico, ya que prepara el cuerpo a los riesgos inminentes o previstos. No obstante, si el estrés perdura demasiado tiempo, las hormonas producidas por el propio organismo (cortisol y adrenalina) tienen un impacto negativo. La constante activación nerviosa y la sobreproducción hormonal deteriora el cuerpo, y puede generar diferentes problemas de salud: debilitamiento del sistema inmunológico, mayor vulnerabilidad a las infecciones, depresión, ansiedad y comportamientos compulsivos.
El efecto depende de si la hormona es soluble en agua o en grasa. Por ejemplo, la adrenalina, una de las principales hormonas relacionadas con el estrés, es soluble en agua. Actúa con bastante rapidez, pero con la misma rapidez se reduce cuando el peligro ha pasado. Las hormonas sexuales son solubles en grasa, y su efecto es retrasado. Tras cuatro o cinco minutos se empieza a notar su efecto, llegando al máximo efecto generalmente después de unos 20 minutos.
Las diferencias de conducta se deben en muchos casos a la presencia o ausencia de andrógenos en el periodo perinatal. Más tarde, basta un estímulo visual para activar un comportamiento determinado. Por ejemplo, la presencia o ausencia de testosterona en el cerebro del embrión determina la futura postura para orinar. Un perro que tiende a vagar no se convierte en un animal doméstico por solamente castrarlo, pues su comportamiento no depende de la producción de testosterona, sino se puede manifestar por la testosterona suprarrenal.
La castración en los machos y las hembras es la eliminación de los órganos sexuales, es decir, los testículos o los ovarios. Como estos órganos son las glándulas más importantes para la producción de hormonas sexuales, su eliminación cambia el comportamiento, el metabolismo, y otras cualidades del perro.
La castración de un perro lo convierte abruptamente en un senior. La musculatura ósea se reduce, el tejido conjuntivo se torna más flácido, el pelo cambia. El perro necesita menos hidratos de carbono, debido a que el metabolismo se reduce y tiene una mayor necesidad de proteínas de alto valor biológico fácilmente digeribles para estimular el crecimiento muscular. Si el perro tiene estrés constante, la situación se agrava debido al efecto negativo de cortisol en los músculos. Del mismo modo, como los humanos, se debe prevenir la osteoporosis a partir de la menopausia. Especialmente la perra debería aumentar la ingesta de minerales para apoyar la prevención.
La forma de entrenamiento que sirve para cambiar el comportamiento de un perro siempre depende del tipo del perro. Todos son individuos y requieren una metodología diferenciada. La castración como medida única no cambia el comportamiento que se ha practicado durante meses o años, por ejemplo con perros hiperactivos con sobreproducción de adrenalina. De hecho es un primer paso, pero no garantiza el cambio de comportamiento.
Especialmente problemático es si la castración se lleva a cabo antes de la pubertad plenamente desarrollada. Múltiples estudios demuestran que una castración prematura produce perros caóticos e inciertos, sobre todo perros con conducta infantil que no se desarrollan completamente en términos de su capacidad mental. Esto tiene que ver con el desarrollo del cerebro. En la pubertad, la influencia del aumento de las hormonas sexuales incrementa las conexiones nerviosas y conexiones de las células, además de eliminar las áreas de células superfluas. Para las razas grandes, la esterilización prematura plantea otro problema adicional. El cierre de las placas de crecimiento se produce en la adolescencia por el aumento de hormonas sexuales. Si se suprime este aumento mediante una castración, los perros crecen de manera innatural y aumenta, entre otros, el riesgo de sufrir displasia de cadera y rotura de ligamento cruzado antes de terminar el desarrollo.
La decisión sobre hacer castrar a su perro debe ser evaluada detenida y profundamente. No hay ninguna regla general para SI o NO, sino un TAL VEZ.
En mi experiencia debe ser una evaluación muy diferenciada de cada caso individual.
Pero una cosa es muy clara: nunca se debe castrar a una perra sólo porque de vez en cuando mancha con sangre la casa.